viernes, 18 de diciembre de 2015

Viaje al Este en busca de mi Ítaca

Historias del Vinagre
Apuntes para un libro inédito
Viaje al Este en busca de mi Ítaca

Esta mañana el sol salio de repente entre las tímidas nubes a que este diciembre nos tiene acostumbrado y rompía un días más el intento por llagar el frío que anuncie la llegada del inevitable invierno. Aunque en mi interior ya habita hace varios meses esta última estación, no me había percatado que nos aproximamos a ella. Hoy he notado por primeras vez el calor de sus rayos sobre mi rostro, su caricia hizo que alzara mi cabizbaja mirada buscando su llamada cegadora.
Al recobrar la visión escucho una voz reconocible que me dice sarcásticamente.
-Le veo mejor cara que el último día don Alfonso-
Cuando recobro la visión descubro la inconfundible figura del Vinagre, que con su típica mueca burlona y su mirada chulesca   radiografía mi conciencia me dice:
  • Ya le dije hace mucho tiempo que ese no era su camino y tampoco su tren.
Este hombre me tiene desconcertado aparece cuando menos lo espero y siempre con alguna sorpresa.
-Qué sabes tú de caminos y de trenes- le contesto malhumorado.
-No se enfade conmigo yo no tengo la culpa. La culpa, la culpa solo es suya, suya nada más y usted se empeño.- Me replica con la impertinente seguridad de quien esta bien informado, de quien sabe lo que habla.
- Además todo el mundo tiene derecho a equivocarse. -Le contesto evasivamente, intentando esquivar su presencia.

-Debo irme, quiero seguir mi paseo, adiós Vinagre-
-Espere un momento, tengo algo para usted-
-Debe ir al Este, donde esta el nacimiento, el alfa del Orto, allí está su Ítaca.- Me dice estas extrañas palabras mirándome fijamente.
- No entiendo nada Vinagre y me esta usted poniendo nervioso, últimamente no tengo el ánimo para acertijos del Código Da Vinci.-

- Estaba escrito don Alfonso, que le sucedería -

-Usted no le pidió a sus marineros que le ataran al mástil de su barco y no colocó en sus oídos tapones de cera que le previnieran del hechizo de sus cánticos, se atrevió a pasar la zona de peligro sin la debida precaución y una sirena le arrastro a los oscuros abismos de las profundidades del mar.
Debe  iniciar el camino del Este, tome este papel y lea:


Konstantínos Kaváfis.
ÍTACA.
Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca debes rogar que el viaje sea largo, lleno de peripecias, lleno de experiencias. No has de temer ni a los lestrigones ni a los cíclopes, ni la cólera del airado Poseidón. Nunca tales monstruos hallarás en tu ruta si tu pensamiento es elevado, si una exquisita emoción penetra en tu alma y en tu cuerpo. Los lestrigones y los cíclopes y el feroz Poseidón no podrán encontrarte si tú no los llevas ya dentro, en tu alma, si tu alma no los conjura ante ti. Debes rogar que el viaje sea largo, que sean muchos los días de verano; que te vean arribar con gozo, alegremente, a puertos que tú antes ignorabas. Que puedas detenerte en los mercados de Fenicia, y comprar unas bellas mercancías: madreperlas, coral, ébano, y ámbar, y perfumes placenteros de mil clases. Acude a muchas ciudades del Egipto para aprender, y aprender de quienes saben. Conserva siempre en tu alma la idea de Ítaca: llegar allí, he aquí tu destino. Mas no hagas con prisas tu camino; mejor será que dure muchos años, y que llegues, ya viejo, a la pequeña isla, rico de cuanto habrás ganado en el camino. No has de esperar que Ítaca te enriquezca: Ítaca te ha concedido ya un hermoso viaje. Sin ella, jamás habrías partido; mas no tiene otra cosa que ofrecerte. Y si la encuentras pobre, Ítaca no te ha engañado. Y siendo ya tan viejo, con tanta experiencia, sin duda sabrás ya qué significan las Ítacas.

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